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"La Batalla de Chile": acción, movimiento, lucha de clases y ocaso de un intento de cambio

Por: Natacha Scherbovsky


La insurrección de la burguesía (1975), El golpe de estado (1976) y El poder popular (1979), que miró el proceso político-histórico del gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) en Chile. Nos ayuda a poner en perspectiva la importancia de observar y registrar la “realidad” así como también reflexionar acerca de los sentidos políticos, históricos, sociales, que puede generar esta trilogía a cuarenta años de su realización.

Seguir leyendo [PDF]

 

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Primera parte

 

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Segunda parte

 

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Tercera parte

 

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Al Cantor Cristian Pérez

Por: Alirio Córdoba (integrante de las FARC en proceso de reincorporación a la vida civil).

A diez años de la partida del juglar guerrillero: A su memoria.

La mejor manera de hablar de Cristian Pérez, es invocando sus versos llenos de Humanismo, sus ritmos y cantos herederos de la cultura anfibia de donde proviene la magia de su inspiración.


“Yo quisiera ser un rey de un mundo feliz y bueno
Donde no exista el rencor, egoísmo ni sufrimiento
Donde exista la igualdad y podamos trabajar todos por el bien contentos
Donde haya prosperidad y paz en el universo”


Cristian es, a mi juicio, el más auténtico exponente de la canción fariana; sus versos desbordantes de metáforas y demás recursos literarios, interpretan como nadie, la esencia de la cotidianidad guerrillera; es un "Juglar alzado en cantos" contra la inequidad, un hombre comprometido con su tiempo, su pueblo y su cultura caribeña.

Su ingreso a las filas guerrilleras ocurrido a finales de los años ochenta, en el área del frente 19 “José Prudencio Padilla”, lo registra cantando de la siguiente manera: “Me di un baño de amores en el mar caribe, cogí el camino y me fui a la Sierra Nevada, me encontré con Adán Izquierdo en Santa Clara y vi los hombres que tras de sus huellas
Siguen,


Unos que suenan acordeones y fusiles y hablan de amor ante una luna enamorada, pegó mi corazón un grito de hombre libre y el Negro Adán echó a volar su carcajada” su canto resume no sólo su vida, sino la de sus compañeros de armas e ideas,

hombres y mujeres que ofrendaron la juventud y la vida a una causa altruista, que no ha perseguido otro objetivo que las trasformaciones sociales, las garantías políticas y la justicia.


“Sólo importa lo bueno que he sido, nada le dejo a mis hijos solo un canto de mi tierra
El mismo del rancho campesino, el del fogón de los indios, el de la casita obrera
Y la enseñanza de que el hombre es digno, cuando con corazón limpio se alza a romper las cadenas”
Así exactamente lo recordaremos, entregado a la causa de los humildes,

jugándose la existencia misma por su pueblo sin aspirar a ningún beneficio personal. Por eso, a aquellos que sueñan con amasar fortunas a costa del trabajo y la explotación del prójimo,

dispara estos versos del amor y la ternura en su canción El Rey:


“Yo tendré sólo el poder de un territorio pequeño,
Sólo mandaría mujer en el jardín de los sueños,
Dónde un mango es general, el alcalde un tulipán y el juez un anturio rojo,
Y tendré en un naranjal, una hamaca pa' nosotros,
Donde se mesa mujer, nuestro amor en el insomnio”

Nunca perdió el buen humor y la picardía de caribeño, su canción el "Lorito guerrillero" Es un reflejo de ello:


“Yo soy el lorito guerrillero,
Del comando conjunto central
Canto, silbo, soy dicharachero,
Y tengo más gracia que un turpial
Ir al combate no me da miedo,
Porque estoy enseñado a pelear
Si en un campamento guerrillero,
Una lora me empieza a mirar
Con una hojita me hago un sobrero,
Y enseguida me pongo a cantar
Ven cerquita lorita que quiero,
Ese lindo piquito besar”


Cristian Pérez murió el 7 de junio de 2007 en las montañas del Cauca, en un combate con el ejército, pero su obra musical y poética permanecerá en nuestros corazones insurgentes y en los de su pueblo, tal como lo describió el cantautor fariano Julián Conrrado:


“Desde la Sierra Nevada mirando al mar,
Bajo la sombra de un imponente campano,
Convoca al pueblo para que se alce a luchar
Y así realizar el sueño bolivariano”


Aunque la guerra nos arrebató a un auténtico juglar, su canción siempre necesaria sigue siendo un aporte a la cultura de paz que requieren estos tiempos de reconciliación, su canto de resiliencia nos ayuda a sanar las heridas que el conflicto ha dejado en muchos corazones. Razón tiene Julián Conrado, “Cristian Pérez no se muere, su canción vivo lo tienen” y si no que lo digan estos versos de su canción “convoco”, con la que cerramos este fragmento:


“Convoco los cisnes blancos del monte adentro
Y al cóndor que como el viento en silencio va
Una mecida en hamaca Sanjacintera
Una melodía vallenata en nuestra tierra
Cantada con la voz ronca de un buen cantor”

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Artistas e intelectuales proponen reivindicar identidad comunal en proceso constituyente

ABP Noticias

Foto: Archivo

Cultoras, cultores, artistas e intelectuales de Venezuela reunidos con la comisión presidencial para la Asamblea Nacional Constituyente, propusieron  diseñar políticas que promuevan la identidad nacional, la defensa de los valores comunitarios y la complementariedad e integración de los conocimientos artísticos  venezolanos.

La actividad, desarrollada en el Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores, sede del Gobierno Nacional, fue convocada para oir opiniones de quienes trabajan las expresiones culturales y estudian el imaginario colectivo, en sus diferentes manifestaciones.

Durante la jornada, Julio Oropeza, artista dedicado al quehacer artesanal, planteó la necesidad de que este nuevo proceso constituyente “impulse la identidad nacional”, ampliando la Constitución, aprobada por  referendo popular en 1999.

Asimismo, Zhandra Rodríguez, maestra de danza en Venezuela, manifestó que "ante el desprecio derechista y neoliberal hacia los valores de la venezolanidad, nada podremos lograr si no contamos con una política informativa y comunicacional dirigida a la voluntad de reafirmar al país".

Por su parte, la historiadora Mercedes "Chela" Vargas se refirió a la identidad parafraseando a un viejo poema donde se destaca que “la identidad está en la comunidad”, y que mientras “la ideología neoliberal, promovida por la derecha, refuerza el individualismo”, el proceso constituyente debe enfrentar ese pensamiento nefasto “desde las comunas, para reconstruir la conciencia de paz y defender la patria".

Conviene referir que durante el evento se manifestaron voces de inconformidad por  la mecánica establecida para la asamblea, donde se designaron inconsultamente los derechos de palabra, dejando sin participación a sectores de la cultura popular que, al final de la actividad, lograron expresar la necesidad de inclusión y debate sobre lo que hasta ahora se sigue privilegiando y difundiendo como patrones culturales.

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Vallenato bravo: Lorenzo Morales, el eterno rey cimarrón

Por Andrés Cuadro, La Plena

 

Muchos en Valledupar habrán escuchado sobre el barrio o mejor, “las torres” de Lorenzo Morales; sobre lo peligroso que es eso por allá, que tal y tales… Conocemos muy bien los mitos y las historias que sobre esa urbanización se han construido; pero aún desconocemos que lleva su nombre gracias a aquel inmortal compositor nacido sólo a unos treinta minutos del Valle.

 

Quizá todos los que alguna vez hemos escuchado vallenato nos hemos tropezado con un verso que habla sobre “Moralito”. Bueno, ese mismo “moralito” es Lorenzo Morales; una de las más grandes leyendas del vallenato que corre el riesgo de ser sepultado en el cementerio de los olvidados.

 

Moralito nació en Guacoche —antiguo palenque formado entre negros, e indígenas que ya habitaban el territorio antes de la llegada de los africanos— en 1914, cuando Valledupar era apenas una gran parcela llena de vacas. Pasó su niñez entre cardonales y las décimas compuestas por un tío, Félix Morales. Al no haber muchas posibilidades para entretenerse, Lorenzo Miguel pasaba gran parte del día persiguiendo turpiales guacocheros (recuerde usted que el Cesar tiene una variedad increíble de aves, la más diversa del país) y recorriendo el caserío.

 

LORENZO MORALES JUNTO A EMILIANO “MILE” ZULETA


Por aquel entonces todo estaba “atrasado”, empero las formas de vida eran de una u otra forma más sanas, más nobles, más colectivas; la ciudad mundialmente famosa por su canto aún no era ciudad ni su canto estaba consumado; era una práctica que incluso era denigrada por la burguesía criolla de aquel entonces. El vallenato surgía como un lenguaje colectivo, popular, a través del cual las personas (campesinos analfabetas en su mayoría) expresaban sus vivencias, ocurrencias y creencias amenizadas por un tambor, una guacharaca y un acordeón. “Los exponentes del vallenato, que surgieron durante la primera mitad del siglo XX, fueron campesinos que no poseían mayor educación, pero que eran poseedores de una estricta ética determinada y heredada por su cultura, de tal manera que no demostraban mucho interés por la propiedad de sus cantos ni mucho menos por obtener alguna ganancia de ellos. El vallenato se convirtió en el acto por excelencia para cantarle a la vida, a la muerte, a la tristeza y la alegría, a la majestad de la naturaleza, pero sobre todo para expresar la realidad social de la época y las desigualdades en las que vivía el campesinado, lo que le permitió una identidad con las clases populares de la región, siendo despreciada por la burguesía en consolidación, quien influenciada por la música europea consideraba el vallenato como vulgar y sin elemento cultural que rescatar.”[1]

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Morales Lorenzo aprendió a los 12 años a tocar acordeón, influenciado por Chico Bolaños, conocido como el más talentoso juglar vallenato del siglo XX; ya a los 17 era bastante conocido por su particular forma de tocar el instrumento alemán. Muchos compartían la actividad artística de interpretar el vallenato, pero para ese entonces el género no tenía la recepción ni la difusión necesaria para ser considerado como un canto de esas tierras arenosas y pedregosas. “La música de acordeón era verdaderamente anónima y se propapaba por todas partes siguiendo los senderos de la tradición oral; a las canciones no había necesidad de ponerles nombre, de esa tarea se encargaban los parranderos una vez estas se habían vuelto célebres en las cumbiambas y solitas. Los músicos se pedían prestadas las melodías y hasta los versos, a nadie le molestaba que otro tomara sus creaciones; por el contrario, era un honor y una muestra de reconocimiento; no habían llegado aún los tiempos de las grabaciones, las regalías y las trifulcas por la autoria de las canciones más famosas.”[2]

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Todos los que empezaron haciendo vallenato veían el canto y los instrumentos como verdaderas pasiones; herramientas de placer que servían para cortejar muchachas y alegrar a los amigos. Ser acordeonero era una práctica de pobres para pobres, una actividad mal vista y mal remunerada. Moralito se dedicaba a tocar por donde lo cogiera la parranda; andariego como la mayoría, mantenía yendo y viniendo a los pueblos vecinos del Valle del Cacique Upar; Morales también fue un excelso carpintero hacedor de mesas, escaparates, asientos y taburetes y armador de casas de bahareque. La situación económica le exigía dedicarse a otras actividades que alternaba con su pasión, la cual les aliviaba el alma y las penas a los estudiantes provincianos del Liceo Celedón, de Santa Marta; “con el tiempo, por razones de trabajo algunas veces, otras por excusas del corazón o por motivos de cumbiambas de fiestas patronales, se convirtió en un hombre andariego. En ocasiones estaba en el Valle o en La Paz, después lo veían pasar por Patillal, algunos aseguraban haberlo oído tocar en Corral de Piedra o en Caracolí, mientras que otros lo vieron resembrando guineo en Sevilla y en Guacamayal”[3].

 

Rafael Escalona de joven escribiría un paseo (Buscando a Morales) sobre la condición andariega de su amigo guacochero, cuyo estribillo reza:

‘Porque Moralito es una fiebre mala,

que está en todas partes y en ninguna para.

Porque Moralito es hombre andariego,

que cambia de nido ni el cucarachero. Porque Moralito

es una enfermedá,

que llega a toa’s partes y en ninguna está.’

 

Lorenzo Morales desde siempre contó con el amor de su pueblo. Lo vieron como algo que les pertenecía, se identificaban con sus canciones, con su modo de ver la vida, de sentir el folclor; hacía parte de su patrimonio como grupo social. En 1946 ocurrió un hecho que confirma el amor que la gente le profesaba no solo a Moralito, sino a todos los acordeoneros y músicos de entonces. Dos combos de trabajadores, unos fanáticos de Efraín Hernández, acordeonero oriundo de Atanquez, los otros seguidores de Lorenzo Morales, se enfrentaron a machete; no entre ellos, sino para ver quién limpiaba más rápido la pista del aeropuerto que por aquel tiempo tenía Valledupar. El grupo ganador iría directamente a comprar el único acordeón que había a la tienda de Vacoluque’; ganaron los seguidores de Morales, liderados por Pablo Galindo y Enemirlo Montero, quienes le regalaron ese 19 de julio el acordeón que bautizaron “Blanca Noguera”, en honor a la mamá de la cacica Consuelo Araujo Noguera. ¡Así sería el talento de Moralito que los seguidores le alcahuetearon la maleta[4]!

 

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LA PRIMAVERA FLORECIDA INTERPRETADA POR JORGE OÑATE Y LOS HERMANOS LÓPEZ


“Morales fue un músico virtuoso de singular habilidad para ejecutar el acordeón y, sin lugar a dudas, un gran compositor. Cantor de la primavera, hijo del sudor y el barro, del cardón y la arcilla, lo acompaña una sencillez y humildad proverbiales a pesar de ser el inspirador de una escuela musical que tuvo como discípulo más destacado al insuperable `Colacho’ Mendoz(…), e impregnar las notas de los mejores acordeoneros contemporáneos, muchas veces sin que ellos mismos se percaten del origen de la savia que los nutre.”[5] De Morales sobrevive un repertorio variado en los cuatro ritmos del vallenato: canciones como Carmen Bracho, El Secreto, La primavera florecida, El Errante, La Mala Situación, Sevilla, La nena Rondón, Amparito, El torito, y Ya me están haciendo bulla, hacen parte indispensable del torrente vivo que alimenta el vallenato actual, que sobrevive en deteriorados géneros mal llamados “la nueva ola” del vallenato. Es tarea urgente de los vallenatólogos, de los jóvenes, pero principalmente de los artistas que ejecutan los instrumentos que conjugan la magia, recuperar las raíces que nutren este bello canto.

 

En la vida de Morales Lorenzo llegó un momento duro a pesar de su ya consagrada fama en toda la región. La mala situación económica y sentimental sumada a su progresivo aburrimiento de las parrandas lo exhortó a coger rumbo a la Serranía del Perijá, más arribita de Codazzi, donde el maestro compró una ‘tierrita’ donde sembró café y descansó de los jolgorios por más de veinte años.

 


LA MALA SITUACIÓN INTERPRETADA POR LOS HERMANOS ZULETA


De Moralito no sólo sobrevive el nombre de la urbanización, ni las historias funestas que allí se especulan; también sobrevive un legado vivo en cada nota que repiten los aprendices de las escuelas del Turco Gil, en cada canción vallenata que suena en las emisoras del Valle; la herencia de Morales es insuperable si tenemos en cuenta las condiciones sociales, culturales, económicas y políticas que atravesó para convertirse en lo que realmente es: el eterno rey cimarrón de Guacoche y el mundo.


 

[1] Ivanovich Jiménez B.. (2017). La música vallenata en vía de de extinción. 05/06/2017, de Semanario VOZ Sitio web: http://semanariovoz.com/la-musica-vallenata-via-extincion/

[2] ElVallenato.com. (2004). Biografía de Lorenzo Morales. 05/06/2017, de ElVallenato.com Sitio web: http://www.elvallenato.com/artistas/biografia.php?artista=364&mas=Lorenzo%20Morales

[3] Ibídem.

[4] “Maleta” era el nombre que por ese entonces le daban al acordeón.

[5] ElVallenato.com. (2004). Biografía de Lorenzo Morales. 05/06/2017, de ElVallenato.com Sitio web: http://www.elvallenato.com/artistas/biografia.php?artista=364&mas=Lorenzo%20Morales

*Imagen principal pertence al Pilón.

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Camus y Sartre: La confrontación del existencalismo

Albert Camus (1913-1960) y Jean-Paul Sartre (1905-1980), dos franceses cuyas publicaciones los convirtieron en autoridades de la corriente filosófica existencialista, así como en autoridades del pensamiento político de izquierda francés, protagonizaron una irritada confrontación epistolar que el segundo publicó en su revista Temps Modernes.


Sartre las publicó luego de que Camus publicara su libro El hombre rebelde en 1951, donde rechaza el régimen stalinista y lo compara con el nazismo, afirmando que, así como se criticaron las atrocidades del nazismo, también son criticables las atrocidades que consigo trajo el régimen comunista de Stalin. Esta postura lo torna inmediatamente en un enemigo para los intelectuales de izquierda.


A continuación se hará una contextualización sobre el pensamiento filosófico de cada autor (que involucra sus posturas políticas y literarias, y la relación existente entre ellas), para así comprender la trascendencia de la confrontación mencionada en el párrafo anterior, teniendo en cuenta que ambos fueron existencialistas ateos, es decir, afirmaban que la existencia precede la esencia…


“No creo en Dios, me aburre”, Albert Camus.


Y luego, a modo de conclusión, se profundizará en cada postura según su forma de adoptar la literatura, teniendo en cuenta que el rol que ella cumple es diferente y fundamental en cada filósofo.


I


Jean-Paul Sartre, el hombre del compromiso político del ser y el arte, pasó por el Lycée Henry IV de París y la École Normale Supérieure de la misma ciudad. Planteaba en sus libros La trascendencia del ego (1938) y El ser y la nada (1943) que hay dos tipos de seres: los seres en sí y los seres para sí. Los seres en sí son siempre lo mismo (por ejemplo, una roca, una mesa, un árbol), mientras que los seres para sí no son estáticos, son proyecto, son una proyección hacia el futuro. La relación entre ambos es que el ser para sí proviene de un ser que dejó de ser en sí para empezar a elegir, es decir, el ser para sí se construye de elecciones pasadas que hizo libremente.


“El hombre está condenado a la libertad”, Jean-Paul Sartre.


 No obstante, el ser es nada, pues en el presente aún no es el proyecto futuro satisfecho y ya dejó de ser las elecciones de su pasado. Esto se correlaciona con que sólo eligiendo es como un hombre se da un ser, es decir, cuando un hombre elige está eligiéndose a sí mismo y volviéndose un ser para sí, pues el hombre es libre y no tiene otra opción que hacer elecciones: el hombre es siendo libre.


Para Sartre (según su discurso El existencialismo es un humanismo), un hombre está comprometido políticamente, puesto que cada elección que haga afectará a los demás hombres. Por más que se nazca en un mundo que enajena a las personas, Sartre afirma que hay un punto en el cual el hombre debe elegir bajo un compromiso político para con los demás; entonces, así como cada hombre está comprometido con el resto de hombres y al mismo tiempo es responsable de ellos, cada época está comprometida con la humanidad y es responsable de ella; la literatura también debe estar comprometida políticamente con los hombres y la filosofía debe estarlo con el barro de la historia, pues esta no existe para apoltronarse en las bibliotecas sino para sacarla a la calle.


Según Sartre, las ideas bajo las cuales cada hombre elige libremente pero comprometido políticamente son primordiales a la vida humana. Por ejemplo, Sartre y Simone de Beauvoir viajaron a Cuba con el fin de aprender cómo se estaba formando la revolución. Ellos dos consideraban primordial la unión del pueblo cubano para alcanzar el comunismo antes que el hecho de que la revolución traería violencia y asesinato entre las gentes.


II


Por su parte, Albert Camus, el hombre del absurdo que consideraba la libertad y la vida humana superiores a cualquier radicalismo y/o ideología, fue un argelino nacido en el seno de una familia de emigrantes franceses. Tuvo su formación académica en la Universidad de Argel, pero después llegaría a Francia y se haría amigo de Jean-Paul Sartre en 1943, entre otros pensadores de la época. Su corriente filosófica también fue el existencialismo ateo, tal y como lo reflejó en su novela El extranjero (1942).


Esta novela es una narración en primera persona de un hombre condenado a prisión, cuya condena, absurdamente, fue a causa de la retroalimentación de algunos sucesos de su vida (tales como el hecho de no haber llorado en el funeral de la madre y sí haber tomado tinto y el hecho de no conmoverse ante la imagen que el juez católico le mostró de Cristo ensangrentado) y no propiamente del crimen (haber asesinado a un árabe en medio de un ataque en la playa, nada planeado). Pero, en medio de lo absurdo de la situación y del pensamiento pesimista del personaje, dominado por el sinsentido de la cotidianidad, Camus plantea maravillosamente en este libro que la verdadera libertad se halla en el pensamiento y no en otra parte, por este motivo Meursault no se aburre estando en prisión: se dedica a recordar y reflexionar.


“Así, cuanto más reflexionaba, más cosas desconocidas u olvidadas extraía de la memoria. Comprendí entonces que un hombre que no hubiera vivido más que un solo día podía vivir fácilmente cien años en una cárcel. Tendría bastantes recuerdos para no aburrirse”, Albert Camus.


III


Hasta el momento, se podría concluir que ambos filósofos coincidían en corrientes como el existencialismo ateo y su interés por la condición de libertad humana, además defendían las ideas políticas de izquierda (como la Unión Soviética ) y rechazaban el nazismo.


Sólo hay una diferencia visible: para Sartre, la relación entre libertad y literatura es que la literatura es un medio de compromiso político para con la sociedad (tal y como la existencia de cada hombre y su libertad). Para Camus, la literatura iría mucho más allá de un compromiso político y llegaría a un ámbito plenamente correlacionado con el cuestionamiento del humano en su ser y su pensar, tal como Meursault que encontró la libertad a través del pensamiento, por ejemplo, cuando se imaginó una mujer y se masturbó tras haber pensado que la cárcel le prohibiría placeres e instantes como las relaciones sexuales.


Sin embargo, la amistad entre Camus y Sartre estaría marcada por una diferencia importante a causa de la reflexión justa de Camus en la que juzgaba tanto la derecha como la izquierda, acto que para Sartre fue tomado como una ofensa y una traición a los ideales de izquierda que Camus también defendía, y no como una crítica política contra la violencia y el menosprecio de la vida humana por parte de los radicalismos. En 1951, Camus publicó El hombre rebelde, el resultado de una investigación. La reflexión del autor en este libro lo condenó como enemigo de la izquierda intelectual de París. En el libro se presenta un recorrido histórico de la noción de revolución y de la noción antitética de rebeldía, llegando así Camus a rechazar la revolución relacionándola con la violencia, pues, por ejemplo, considera que el régimen de Stalin, comparado con el régimen nazi, también se apoya en una idea de absolutismos que engendra terror y violencia entre las personas.


Tras la publicación de dicho libro, Sartre y otros intelectuales de la izquierda publican artículos contra Camus, mientras que intelectuales de la derecha, repentinamente, publican elogios que el mismo Camus rechaza. Tras una publicación en Temps Modernes en su contra y en contra de su libro, Camus dirige una carta en su defensa a la revista. Sartre publica esa carta y en seguida le responde; luego, los dos examigos inician una contienda mediada por letras.


Aquí la transcripción de la contienda (a partir de la respuesta de Sartre, cuando Camus ya escribió tras el artículo publicado en la revista):


Sartre: “Yo condeno los campos de concentración. Pero condeno igualmente la explotación que los capitalistas y los burgueses procuran hacer con ello”.


Camus: “Señor Director, no se decide sobre la verdad de un pensamiento según si es de derechas o de izquierdas. Y menos aún según lo que la derecha y la izquierda deciden hacer con ello. Si finalmente la verdad estuviera en la derecha, yo estaré ahí”.


Sartre: “Mi querido Camus, nuestra amistad no era fácil, pero la echaré de menos. Dígame, Camus, ¿qué misterio hace que no se puedan discutir sus obras sin quitarle las razones para vivir a la humanidad?”.


Camus: “Digo textualmente que Marx ha mezclado en su doctrina el método crítico más válido con el mesianismo utópico más contestable”.


Sartre: “Puede que haya sido usted pobre. Pero ya no lo es. Usted es un burgués como Jeanson y como yo. Le queda lejos su parecido con san Vicente de Paúl o con una hermanita de los pobres. Y la miseria no le ha hecho ningún encargo. ¿Y si su libro sólo fuera testimonio de su incompetencia filosófica? No me atrevo a recomendarle El ser y la nada. Leerlo le parecería inútilmente arduo”.


Camus: “Estoy un poco cansado, como los viejos militantes que nunca se amedrentaron ante las luchas de su tiempo, de tener que recibir sin tregua, lecciones de eficacia por parte de censores que nunca hicieron otra cosa que colocar sus sillones en el sentido de la historia”.


Sartre: “Era usted la admirable conjunción entre un hombre, una acción y una obra. En 1944, su personalidad fue el porvenir; en 1952, es el pasado. Ya sólo vive a medias entre nosotros. Espero que nuestro silencio haga olvidar esta polémica”.


Estas contrarrespuestas entre Sartre y Camus finalmente demuestran una gran diferencia, aparentemente escondida, entre el pensamiento del uno y del otro: Sartre consideraba que las ideas son más valiosas que la vida misma, pues sólo se es cuando se elige, es decir, la libertad del hombre está en sus decisiones y esta libertad es la que lo lleva a ser, no obstante, cada quien es responsable del resto de personas en tanto que cada elección que toma cobra valor si y sólo si se opta por ideas comprometidas políticamente con la humanidad entera.


Por ello rechaza El hombre rebelde, pues cree más importante la instauración del comunismo (idea comprometida con la humanidad) que las vidas que se pierdan para lograrlo. Así pues, para Sartre, la literatura configura un rol en el que está comprometida políticamente de forma exclusiva.


En cambio, para Camus, prima la vida humana sobre las ideas. Sean ideas burguesas o sean ideas comunistas, considera inaceptable e injustificable la violencia contra la vida humana por una ideología, por eso mismo no adopta que el rol de la literatura sea para un fin político, sino que más bien esta debe englobar aspectos humanos que involucren el ser y el pensamiento (donde está la verdadera libertad) y todo aquello que la literatura dice pero no dice y que sólo cada lector sabe descubrir, precisamente, desde su existencia y su pensamiento.


Nota final: quizás no sea tarde para que los seres humanos comprendan la trascendencia de las discusiones entre Albert Camus y Jean-Paul Sartre: la personificación misma de las diferencias existenciales entre el ser y las ideas. Esta discusión es un ejercicio para cuestionar si las ideas triunfan sobre la vida y se justifican para que sigamos matándonos, como ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad, o si tal vez sea mejor que entendamos que la vida debe triunfar sobre las ideas y así darle un sí a quienes no han tenido más opción que combatir guerras de ideologías representadas por armas.


Fuente: http://www.reddigital.cl